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La unión conyugal como factor de contraste demográfico en México a principios del siglo xxi

En el ámbito nacional y de acuerdo con la En-

cuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (enadid)

2014 (inegi, 2015), del total de las mujeres de 15 a

54 años, la mayoría (79.7%) sí ha tenido relaciones

sexuales coitales, es decir, está expuesta al emba-

razo. De esta cifra, aquellas que comenzaron su vida

sexual antes de la primera unión representan un 54.3

por ciento, las que declararon haberlo hecho al mismo

tiempo que iniciaron su unión, 11.6, y las que empeza-

ron después de la primera unión, 34.1 por ciento.

Al analizar a las mujeres de 20 a 24 años que

tuvieron relaciones sexuales antes de la primera unión

por nivel escolar y entidad federativa (véase cuadro

2), encontramos que aquellas que rompen con la

“vieja regla no escrita” de iniciar su vida sexual al

momento del matrimonio se concentran entre las que

en la encuesta declararon tener secundaria, prepara-

toria y licenciatura o ingeniería, esto es, entre quienes

cuentan con mayores niveles escolares en casi todas

las entidades federativas.

También resaltan estados como Chiapas, Oaxa-

ca, Puebla, Veracruz y Guerrero, donde se aprecian ci-

fras importantes pero de nivel primaria o con ninguna

escolaridad. Lo anterior nos estaría sugiriendo que la

escolaridad es una variable relevante al explicar los

comportamientos reproductivos de las mujeres.

El cuadro 3 ilustra las mayores proporciones de

mujeres que tuvieron relaciones sexuales antes de la

unión, concentradas entre aquellas con primaria, se-

cundaria y preparatoria. Esta situación nos habla de

que en las más jóvenes (con menos de 35-39 años),

las relaciones premaritales son más comunes entre

quienes poseen grados escolares más altos. Llama la

atención la proporción de mujeres con posgrado en

el Distrito Federal.

Asimismo, es importante destacar que las muje-

res entre 15 y 54 años de edad han tenido más de una

pareja sexual a lo largo de su vida. Hace pocas décadas

esto era muy poco frecuente, la baja efectividad de los

anticonceptivos y las construcciones de género eran

restrictivas, en especial para la población femenina,

por tanto, el único compañero sexual de muchas mu-

jeres era también su cónyuge o su pareja en unión libre.

En las entidades con menores grados de margi-

nación el número de parejas y su desviación estándar

es mayor, en tanto que en algunas de las entidades

con niveles más elevados de marginación los indica-

dores decrecen de manera notable (véase gráfica 2).

Este hecho se relaciona con la diversidad y procesos

de construcción de género, así como con la inestabili-

dad de la unión y los cambios en los riesgos de emba-

razo. Hoy el coito se ha separado del embarazo y de

la unión, siempre y cuando se lleve a cabo una anti-

concepción eficiente y sexo protegido, aunque, como

se verá más adelante, esto no siempre ocurre así. Un

aspecto que debe matizar de manera determinante la

medición del índice

Cc

es no basarse solo en la combi-

nación y efectividad de los métodos, sino también en

la capacidad de los usuarios y sus situaciones.

Decisiones reproductivas

y de formación de uniones

Las construcciones de género recientes han incluido la

asistencia escolar y la participación en el mercado

laboral formal en las biografías de las mujeres. Esto

ha sido fundamental en la elaboración de proyectos de

vida femeninos que incluyan el control de los de-

terminantes de la fecundidad a nivel individual. No

obstante, la continuidad en la escuela de algunas

mujeres se ve interrumpida frecuentemente por el

embarazo y/o la unión.

A nivel nacional esta proporción es de 19.0 por

ciento para las mujeres de 15-19 años y de 20.0

por ciento para las de 20-24 años, lo que redunda pos-

teriormente en una inequidad de género: reducción de

posibilidades para ingresar al mercado de trabajo o

cuando se logra acceder se hace en condiciones des-

favorables por los estudios truncos y por la necesidad

de compatibilizar el cuidado de los hijos y el trabajo

formal (véanse cuadros 4 y 5).

Entre las mujeres de 15 a 19 años existen ci-

fras nada despreciables de aquellas que abandonan

la escuela porque se embarazaron, proporciones que

van desde 3.2 por ciento en Guerrero hasta 19.4 por

ciento en el Distrito Federal. Entre las que dejaron la

escuela porque se casaron tenemos porcentajes de

4.6 en Aguascalientes hasta 26.8 en Sinaloa. Estos

resultados muestran que entre las adolescentes exis-