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La situación demográfica de México 2015
esencial, esta teoría relaciona población y producción
de alimentos y tiene dos postulados. El primero dice
que la población, cuando no se ve limitada, aumenta
en progresión geométrica en periodos anuales, de tal
modo que se duplica cada veinticinco años. El segundo
establece que en las circunstancias más favorables los
alimentos no pueden aumentar más que en progresión
aritmética por año. A partir de estos dos supuestos,
Malthus llegó a una conclusión dramática: a menos
que se tomaran medidas, llegaría el momento en que
los alimentos no alcanzarían para todos.
En el contexto actual la situación resulta pecu-
liar
4
y ha hecho sin duda necesario repensar dichos
postulados (Ehrlich y Ehrlich, 2009; Ramírez
et al
.,
2011; y Weisman, 2014; entre otros). La crítica se ha-
bía orientado, por un lado, a la dinámica demográfica
(en el Ensayo se ignoró una posible transición demo-
gráfica) y, por otro, al potencial tecnológico para di-
namizar la producción de alimentos (en el Ensayo no
se contempló el avance en fertilizantes y semillas, así
como en mecanización e irrigación). La realidad es que
esta transición ha sido real pero dispareja en diferen-
tes escalas, y el éxito de la llamada “revolución verde”
en muchas partes del mundo ha dejado mucho que
desear.
5
En efecto, lo grave en el marco de la relación
entre población y producción de alimentos, como re-
portan Hawken
et al.
(1999: 190-212), en el capítulo
10 “Food for life” de
Natural Capitalism,
son los rendi-
mientos decrecientes en la agricultura, en especial en
4
Se podría pensar en un primer momento que los grupos humanos
eran itinerantes y al llegar a un punto en que los recursos a su al-
cance se veían disminuidos, la solución era moverse a otro paraje
que les deparaba abundancia relativa. Esto no es posible una vez que
aparece el sedentarismo, producto de la domesticación de plantas
y animales y la capacidad de producir excedentes que hacen nece-
sario, por un lado, la creación de una clase que no se involucra en
la producción directa, sino en la administración del producto y, por
otra, propicia el “invento” del asentamiento permanente. El tercer
momento es el de la revolución tecnológica que acompaña a la Revo-
lución Industrial. “En el inicio la población no llegaba a mil millones y el
stock
de capital natural era abundante e inexplotado, pero [después
de] doscientos años de liquidar los recursos naturales al costo de ex-
tracción y no al valor de reemplazo, como si éstos fueran gratuitos,
infinitos y perpetuos, resulta en su escasez pero con abundancia de
población” (Hawken
et al.
, 1999:8). Quizá esta era en la que vivimos
actualmente, que algunos llaman el “antropoceno”, representa un
cuarto momento en esta relación población-recursos.
5
Mencionados para criticar el consumo (Irvine, 1989, en Dobson,
1999: 242-43) en la relación entre población y recursos se imponen
límites insoslayables:
i)
la finitud de la Tierra;
ii)
la entropía;
iii)
las
propiedades emergentes (los servicios ambientales) de la naturaleza
(los sistemas ecológicos que no pueden recrearse o sustituirse).
la que se desarrolló tecnológicamente como producto
de la industrialización de los cultivos. Es más, conti-
núan esos autores, el éxito aparente de las granjas en
Norteamérica y en otras partes del mundo, incluyendo
el mundo soviético de entonces y el socialista actual
(la construcción de la presa de “las tres gargantas”,
la más grande del mundo), enmascara la pérdida de
suelo, pues la capa superficial donde se hallan los nu-
trientes orgánicos y minerales se erosiona o degrada
más rápido que la formación de suelo. De ahí la nece-
sidad cada vez mayor de insumos artificiales: “nuestro
alimento –citando a Odum (2006)– está hecho de
petróleo y sus derivados”.
El otro aspecto es sin duda el uso del agua en
la irrigación que, tanto en nuestro país como en Esta-
dos Unidos, concentra alrededor de 80 por ciento de
lo disponible. Se trata por supuesto de un problema
de productividad y eficiencia pero también de ahorro.
La solución que parece imperar no está, como dicen
nuestros autores (ídem, p. 213), en suministrar más,
aunque en ciertas circunstancias resulta fundamen-
tal la cobertura de agua potable. En efecto, vivimos
del agua. De ahí que no sea menos problemática la
contaminación de las fuentes superficiales y subterrá-
neas que afecta a millones de personas en el mundo en
desarrollo y produce muertes en grupos vulnerables.
En todo caso, tanto la pobreza como las condi-
ciones y el deterioro ambientales no se manifiestan de
manera homogénea en el mundo, ni entre continentes
y menos aún entre y dentro de los países. En este mar-
co se justifica, desde diferentes perspectivas, analizar
la relación entre recursos y población, y la forma en que
ambas categorías se han tratado en la literatura
6
más
allá de la fórmula neo-malthusiana que se propone:
i =pat (impacto=poblaciónxabundanciax tecnología)
7
Veamos. La Asamblea General de las Naciones
Unidas, en septiembre de 2000 (“en los albores del
nuevo milenio”), promovió una estrategia, los Obje-
tivos de Desarrollo del Milenio (odm), para reducir
6
Véase Graizbord, 2006; Weisman, 2014; entre otros.
7
Recuérdese el controvertido libro de los Ehrlich (1968),
The Population
Bomb
, y el título que originalmente pensaron:
Population, resources,
environment
(Ehrlich, 1970).