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Segregación socioespacial de la población mayor en la Ciudad de México, 2000-2010

ingresos, bienes y servicios diversos (como los relacio-

nados con la salud, tan importantes para las personas

de la tercera edad). Sin embargo, la residencia urbana

también tiene desventajas importantes que pueden

afectar la salud mental y física de las personas. Para

la población mayor que vive en áreas urbanas de gran

tamaño la situación puede ser complicada: con fre-

cuencia tendrá que enfrentar sus necesidades básicas

sin apoyo de redes formales (

v.g.

redes instituciona-

les, como los sistemas de seguridad social: Guzmán

et al.

, 2003) o vivir en condiciones de alta densidad

poblacional que favorecen la diseminación de epide-

mias (Wong, 2006).

9

La concentración de la población mayor en ciu-

dades y su nuevo peso absoluto y relativo ha llama-

do poderosamente la atención de los urbanistas, que

han generado un enfoque innovador de ver la ciudad:

el urbanismo gerontológico (Bosch, 2013; Narváez,

2011), así como de los geógrafos que han desarrolla-

do una nueva perspectiva para analizar las estructuras

y procesos espaciales de la vejez: la geografía geronto-

lógica (Andrews

et al.

, 2007).

Sin embargo, a pesar de que en México el en-

vejecimiento poblacional será uno de los fenómenos

urbanos más trascendentes del presente siglo, apenas

se ha explorado una de sus implicaciones más im-

portantes: la segregación residencial de la población

envejecida, que, como se ha argumentado, tiene con-

secuencias relevantes en términos del bienestar de la

población mayor, de la cohesión social y de la planea-

ción socioespacial de las ciudades (

v.g.

la planeación

que integra lo social, lo económico, lo cultural, lo espa-

cial) (oms, 2007; Moore y Pacey, 2004).

9

Cuando utilizamos las expresiones redes de apoyos formales e infor-

males retomamos la definición de García y Madrigal (1999: 229).

Los apoyos formales son

la oferta de recursos diversos, bienes y

servicios que se transfieren a los adultos mayores desde el ámbito

institucional o formal. Los apoyos informales son la transferencia de

los aspectos señalados pero desde el ámbito familiar y comunitario.

Los apoyos informales se han clasificado como materiales (

e.g

. di-

nero, remesas, ropa y comida, principalmente); instrumentales (

e.g.

transporte, ayuda en labores del hogar, cuidado y acompañamiento);

emocionales

(

e.g.

cariño, confianza, empatía); y cognitivos (

e.g.

con-

sejos e información) (Clemente, 2003; Guzmán

et al.

, 2003).

¿Por qué y para qué estudiar

la segregación/integración

socioespacial de los adultos

mayores en la ciudad?

La mayoría de los escasos estudios recientes que re-

porta la literatura sobre la distribución espacial de los

adultos mayores al interior de las ciudades proviene

de países desarrollados (Andrews

et al.

, 2007). Va-

rios de estos trabajos detectan la existencia de segre-

gación residencial por edad (Golant, 1990; Winkler y

Klaas, 2012). Este fenómeno también se ilustra para

diversas ciudades de México (Capron y González,

2010; Garrocho y Campos, 2005; Jasso

et al.

, 2011;

Negrete, 2003).

La primera razón que justifica explorar la segre-

gación residencial de los adultos mayores en el espacio

intraurbano es que las diferencias sociodemográficas

que se registran al interior de la ciudad se aprecian

con mayor claridad, y se pueden entender mejor si se

analizan socioespacialmente en términos del entorno

inmediato de la vivienda (

e.g.

la colonia, el barrio, el es-

pacio cotidiano en el sentido de Lindón, 2000; Lévy y

Dureau, 2002). La explicación es que el entorno afec-

ta directamente la calidad de vida y el acceso de los

diversos grupos sociales a las oportunidades de desa-

rrollo y bienestar que ofrece la ciudad, pero también su

exposición a los riesgos y costos que la ciudad impone

a sus habitantes (Negrete, 2001; Schteingart, 2012).

En consecuencia, develar la segregación residen-

cial de los adultos mayores importa porque permite

avanzar en el entendimiento de cómo y con qué posibi-

lidades se sitúa la población envejecida en la “geografía

metropolitana de la oportunidad y el riesgo” (Galster y

Killen, 1995), lo que es un insumo clave para diseñar

respuestas institucionales más focalizadas y eficaces,

que hagan posible distribuir más equitativamente los

beneficios

y los costos de vivir en sociedad: de vivir en

ciudades (De la Peña, 2003).

En un sentido práctico, no es realista pensar en

una sociedad absolutamente diferenciada en térmi-

nos de edad, donde los individuos solo interactúan con

otros de edades similares. Por otro lado, tampoco es

realista imaginar una sociedad totalmente integrada